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lunes, 15 de septiembre de 2014

La música no se toca

Tumbarme, acomodarme los cascos en la cabeza, poner en reproducción alguna canción y cerrar los ojos. Para mí, este es uno de los mayores placeres de los que puedo disfrutar en soledad. Me encanta esa sensación de satisfacción al dejar que una pieza musical de uno de mis autores favoritos atraviese mis oídos, para llegar hasta... no sé bien hasta donde, la verdad, ya que discrepo sobre la existencia del alma. Tan solo sé, que el escalofrío que recorre mi cuerpo cuando disfruto de verdad de la música, llega hasta el más recóndito hueco de mi cuerpo.

Víctor Hugo, un novelista francés, dijo una vez: “La música expresa aquello que no puede decirse con palabras pero no puede permanecer en silencio.”. Al menos yo me siento identificado con esta frase. La traduzco en las situaciones en las que estoy triste, o enfadado, o alegre, o nostálgico. Circunstancias en las que necesito desfogar mis sentimientos, pero sin decírselo a nadie. En esos casos lo que hago es simplemente escuchar o cantar alguna canción. Estoy seguro que muchos de vosotros haréis lo mismo, y estaréis de acuerdo en que se os quita un gran peso de encima instantes después de haberlo realizado.

La música es una cosa amplia, sin límites, sin fronteras, sin banderas.. Una frase de un cantautor argentino, León Gieco. Y es que una de las escasas cosas que pueden lograr unir a las personas, sin influir las banderas o los himnos; las razas o las religiones; las creencias o las costumbres, es la música.

En conclusión, queda claro que a parte de que me gusta mucho la música, esta, es uno de los mayores tesoros que poseemos, de ahí el título de la publicación, inspirado en una de las canciones de uno de los mayores artistas de este país, Alejandro Sanz.


De ahora en adelante, cada publicación irá acompañada de una canción al final del texto. Para que además de leer las opiniones de un chaval, podáis disfrutar del placer de escuchar una buena canción. La que añado ahora, es la misma que da nombre a este texto, “La música no se toca”.



lunes, 8 de septiembre de 2014

Cosas que no cambian

Me he topado con algo muy interesante y me gustaría compartirlo. Dos grandes filósofos, cuatro siglos antes de Cristo, citaron unas frases que nos resultarían familiares y habituales a las generaciones actuales:

-Los jóvenes de hoy en día son unos tiranos. Contradicen a sus padres, devoran su comida, y le faltan al respeto a sus maestros.

-¿Qué les pasa a nuestros jóvenes? No respetan a sus mayores, desobedecen a sus padres. Ignoran las leyes. Hacen disturbios en las calles inflamadas con pensamientos salvajes. Su moralidad decae. ¿Qué será de ellos?

Estas frases fueron dichas por dos de los grandes en sus tiempos, Sócrates y Platón, respectivamente. Nos puede resultar extraño, ya que doy por sentado que todo el que está leyendo este texto, habrá escuchado una oración similar a las anteriores alguna que otra vez. Y es que, sobretodo los más mayores, tendrán en sus mentes pensamientos semejantes al par de filósofos nombrados; ya que, por suerte o por desgracia, las cosas en este mundo cambian, y con él, también lo hacen las personas y los valores.

Pero yo pienso y pregunto: Si estos pensamientos eran dichos hace dos mil cuatrocientos años (año arriba, año abajo), y con el paso de este período de tiempo hasta la actualidad se ha seguido diciendo, ¿eso significa que nuestros valores actualmente son detestables?, ¿o más bien la gente hace dos milenios era excesivamente correcta, cordial y educada? Yo confío en que ninguna de las dos preguntas es la que se debe formular para llegar a una conclusión sobre esto. Simplemente hay que reflexionar y pensar que cabe la posibilidad de que se haya producido un cambio en nuestro comportamiento y manera de pensar al irnos haciendo mas mayores, a la vez que sabios, confío. De esta manera podemos llegar a recapacitar sobre dicho tema y afirmar que no son las actitudes de los jóvenes, las que cambian, sino las nuestras, ya que vamos adquiriendo con los años, la capacidad de saber que cosas están bien y cuales no tanto.


Resultará extraño leer estas palabras del puño y letra de un joven de dieciséis años, pero creo que no es una edad temprana como para no poder deliberar una opinión sobre este tema. ¿O no es así?