Tumbarme, acomodarme los
cascos en la cabeza, poner en reproducción alguna canción y cerrar
los ojos. Para mí, este es uno de los mayores placeres de los que
puedo disfrutar en soledad. Me encanta esa sensación de satisfacción
al dejar que una pieza musical de uno de mis autores favoritos
atraviese mis oídos, para llegar hasta... no sé bien hasta donde,
la verdad, ya que discrepo sobre la existencia del alma. Tan solo sé,
que el escalofrío que recorre mi cuerpo cuando disfruto de verdad de
la música, llega hasta el más recóndito hueco de mi cuerpo.
Víctor
Hugo, un novelista francés, dijo una vez: “La
música expresa aquello que no puede decirse con palabras pero no
puede permanecer en silencio.”.
Al
menos yo me siento identificado con esta frase. La traduzco en las
situaciones en las que estoy triste, o enfadado, o alegre, o
nostálgico. Circunstancias en las que necesito desfogar mis
sentimientos, pero sin decírselo a nadie. En esos casos lo que hago
es simplemente escuchar o cantar alguna canción. Estoy
seguro que muchos de vosotros haréis lo mismo, y estaréis de
acuerdo en que se os quita un gran peso de encima instantes después
de haberlo realizado.
“La
música es una cosa amplia, sin límites, sin fronteras, sin
banderas.”.
Una
frase de un cantautor argentino, León Gieco. Y
es que una de las escasas cosas que pueden lograr unir a las
personas, sin influir las banderas o los himnos; las razas o las
religiones; las creencias o las costumbres, es la música.
En
conclusión, queda claro que a parte de que me gusta mucho la música,
esta, es uno de los mayores tesoros que poseemos, de ahí el título
de la publicación, inspirado en una de las canciones de uno de los
mayores artistas de este país, Alejandro Sanz.
De
ahora en adelante, cada publicación irá acompañada de una canción
al
final del texto. Para que además de leer las opiniones de un chaval,
podáis disfrutar del placer de escuchar una buena canción. La que
añado ahora, es la misma que da nombre a este texto, “La música
no se toca”.